viernes, 7 de diciembre de 2007

Bibliotecas aborígenes: buscando un nuevo paradigma de servicio

Una experiencia para compartir, difundir y profundizar sobre los cambios e innovaciones que viene realizando una pareja de bibliotecarios de Córdoba (Argentina) a partir del desafío de desarrollar servicios documentales y de información en comunidades aborígenes.
Por Edgardo Civallero

A lo largo de los siglos, la biblioteca ha conservado en sus estantes el acervo cultural de decenas de civilizaciones. Usando la escritura como medio y al libro, el rollo o la tableta como soporte, ha preservado del paso del tiempo -y de la fragilidad de la memoria humana- la historia y los recuerdos de muchos pueblos, sus creaciones y destrucciones, sus amores y sus odios.

En su evolución, y merced a la labor de un sinnúmero de profesionales, incorporó técnicas y herramientas que le permiten, en la actualidad, ser una eficiente institución dedicada a la gestión del conocimiento, organizando fuentes de información y poniéndolas a disposición de sus usuarios.

Tan sólidas características formativas e informativas fueron aprovechadas por Edgardo Civallero -licenciado en Bibliotecología y Documentación por la Universidad Nacional de Córdoba- para diseñar un modelo de biblioteca destinada a usuarios aborígenes. Partiendo de un marco teórico interdisciplinar (que incorpora categorías procedentes de la antropología, el derecho o las ciencias de la educación, entre otras), se intentó generar una propuesta que respondiese a las necesidades de las comunidades indígenas.

Para ello, Civallero debió cambiar el paradigma de la escritura como soporte del saber. Debido a que, tradicionalmente, estas etnias son ágrafas -si bien en la actualidad poseen distintos niveles de alfabetización- el libro, como texto escrito, no siempre es un soporte útil. Por ello, y teniendo en cuenta que muchos idiomas nativos aún no poseen escritura, se prefirió enfatizar el papel jugado por la oralidad dentro de los canales de circulación de información indígena.

Así, la palabra hablada, registrada en cassettes, sustituye a otros tipos de documentos, aunque éstos no fueron dejados de lado, sino incorporados lentamente, como herramientas accesorias, capaces de abrir, en un futuro, nuevas posibilidades. Se pretende introducirlos -junto a una alfabetización bilingüe- de forma gradual, sobre todo en formatos generados por los propios lectores en talleres (libros textiles, libros gráficos). De esta forma, un secular símbolo de poder y factor de aculturación, servirá ahora -"domado" y despojado de todo tipo de connotaciones- para recuperar y perpetuar tradiciones milenarias.

En el diseño de las unidades se tuvieron en cuenta las recomendaciones internacionales sobre conservación de diversidad y patrimonio cultural, derechos humanos e indígenas y derechos lingüísticos. Durante el pasado 2003, se inició su puesta en marcha y evaluación en la provincia del Chaco, presentándola como un proyecto de desarrollo de base, es decir, una iniciativa que sea asumida como propia por la comunidad. A lo largo del 2004 la implementación de este tipo de bibliotecas se extenderá a las provincias de Formosa y Salta, ambas poseedoras de un alto porcentaje de población aborigen.

El proyecto "Bibliotecas aborígenes" se ocupa, además, de analizar otros aspectos dentro del mismo área: estudios de usuarios, historia del libro indígena, soportes y documentos experimentales, fondos orales y sonoros, tesauros y tablas de materias en lenguas aborígenes, normalización, legislación sobre derechos de autor indígenas, análisis documental, patrimonio.... Civallero busca un cambio de rumbo en los enfoques bibliotecológicos, un giro social comprometido con la situación y las necesidades del país.
A partir de este año, y en colaboración con la Bibl. Nancy Ochoa, también de la UNC, el proyecto ampliará su área de trabajo a las bibliotecas rurales, diseñando servicios en áreas campesinas y buscando su adecuada formación e información, sobre todo en las áreas bio-sanitaria y agropecuaria, pero también en el rescate de tradiciones. Se tendrán en cuenta sus recursos, su idiosincrasia y los particulares ritmos de cada zona, y, haciendo uso de una teoría básica del aprendizaje, se intentará emplear los conocimientos ya existentes para poder cimentar nuevos datos adquiridos para poder intercalar otros.

Tanto Civallero como Ochoa enfatizan la importancia de convertir a la biblioteca en una institución flexible, adaptable a la realidad física -recursos- y mental -idiosincrasia- de sus usuarios. La biblioteca debe abandonar su postura académica, postura que limita todos los desarrollos a las unidades universitarias y especializadas, dejando en un cono de sombra a las unidades populares, escolares y públicas. La biblioteca es una institución de servicio, y el profesional de la información tiene el deber ético de volver útil su trabajo hacia su entorno, en una forma u otra. Todo desarrollo puede aplicarse a situaciones de carencia; todo trabajo puede ser útil; toda colaboración, perfecta para algún hueco que quedase libre en la sociedad De esta forma, y desde esta perspectiva -más social y menos burocrática- la disciplina crecerá y se enriquecerá con el aporte de otras disciplinas sociales, y, sobre todo, con el feed-back proveniente de unos usuarios y una comunidad con características propias y distintivas.

Adaptando el espacio y los servicios a las necesidades del usuario -sin perder, por ello, técnica ni normalización- la biblioteca pasa de un papel estático a uno dinámico, extensionista. Que es el que siempre debió tener

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